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Leyenda de la flor pasionaria o mburucuyá

En lo profundo de las historias transmitidas de generación en generación, entre susurros alrededor del fuego y suspiros entre la bruma de los bosques ancestrales, yace el corazón de las leyendas y hoy te vamos a contar la hermosa leyenda de la flor pasionaria o mburucuyá

La flor pasionaria o mburucuyá es una de las flores más perfectas y llamativas que encontraremos a lo largo de nuestro territorio argentino. Es una flor de habitat tropical pero se puede encontrar a lo largo de toda la región de América del Sur. En nuestro país se encuentra principalmente en el centro y Norte.

Pertenecen al género Passiflora, haciendo referencia a la Pasión de Cristo, ya que cuando llegaron los primeros misioneros a este país, se han encontrado con la flor pasionaria, y al mismo tiempo han asegurado ver símbolos sobre la flor, ya que los 3 pistilos representarían los 3 clavos con que Jesús fue crucificado en la cruz, los 5 estambres representan las 5 heridas que recibió y sus pétalos recordarían la corona de espigas.

En este artículo te vamos a contar la maravillosa leyenda de la flor pasionaria o mburucuyá detalle a detalle ¡Echa un vistazo!
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Leyenda de la flor pasionaria o mburucuyá

Mburukujá, una joven de origen español, llegó a tierras guaraníes junto a su padre, un capitán. Sin embargo, su verdadero nombre cristiano quedó en el olvido cuando su amado, un aborigen, le otorgó un nombre nuevo. La relación entre ambos se desarrollaba en secreto, ya que el padre de Mburukujá no habría tolerado su unión.

En cambio, planeaba casarla con alguien ajeno a sus sentimientos, lo que sacó a relucir el lado más tirano y dominante del marinero. Por tanto, los enamorados solo podían encontrarse clandestinamente, con cada vez menos frecuencia y durante las tardes. Mientras ella se veía impedida de salir por las noches debido a la vigilancia paterna, él se aventuraba en la oscuridad por ambos.

Escondido entre las sombras hasta el alba, el joven cacique se retiraba sin avistar a su amada. No obstante, antes de partir, interpretaba su sencilla flauta de caña, confiando en que el viento llevara los acordes hasta ella. Pero un día, las melodías cesaron y Mburukujá pasó la noche siguiente buscando a su amado.

El trágico final de su amado

En su corazón, nunca dudó de que su ausencia no fuera por desinterés, sino por algún mal suceso. Sin embargo, el chico nunca regresó, sumiendo a la joven en la angustia, reflejada en su mirada triste y desolada.

Finalmente, al atardecer, gracias a la madre de su amado, se enteró del trágico destino que había sufrido. El padre de Mburukujá lo había asesinado. Por lo tanto, la joven insistió en dirigirse al lugar donde reposaban los restos de su amado: una tumba en lo alto, siguiendo la costumbre guaraní. Allí, cavó una fosa para depositar el cuerpo de su amante y sobre él, se clavó una flecha en el corazón.

El letal artefacto fabricado con plumas que el cacique había obsequiado a Mburukujá yacía sobre su pecho como una estaca. Sin embargo, de este objeto surgió una flor exótica y singular.

Siguiendo las indicaciones de la joven, la madre del joven se encargó de sepultarlos juntos y, al hacerlo, quedó asombrada por lo que encontró. Sobre sus sepulcros creció con vigor una planta nunca antes avistada, que sería conocida como el mburucuyá. A partir de este acontecimiento surgió la leyenda que aún se narra entre los pobladores de la selva y las riberas.

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