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Antisemitismo contra soldados de Malvinas: ¡la historia que no se conto!

Uno de los hechos que marcó la historia de Argentina, fue la guerra de Malvinas del año 1982. Y una de las historias sobre este combate que no se ha contado con mucha difusión es acerca del antisemitismo contra soldados de Malvinas ¡Aquí te lo contamos!

En este artículo te contaremos los testimonios sobre el Antisemitismo contra soldados de Malvinas: ¡la historia que no se conto!
En este artículo te contaremos los testimonios sobre el Antisemitismo contra soldados de Malvinas: ¡la historia que no se conto!

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Antisemitismo contra soldados de Malvinas: ¡la historia que no se conto!

Un libro fue escrito por el autor Hernán Dobry llamado «Los soldados judíos de Malvinas» en donde narra como lo vivieron los 39 jóvenes que han ido a la guerra pero no han sido recordados por décadas en la sociedad.

Uno de los testimonios fue: «Me tocó vivir dos guerras paralelas: la que tenía con los militares argentinos antisemitas y, la otra, contra los ingleses», afirmó Sigrid Koganm quien estuvo en el Regimiento 1 Patricios de Capital Federal, a las órdenes del teniente Ricardo Ferrer.

Fue el mismo teniente quien lo desfiguró luego de enterarse de que había huido de su posición para comprar alimentos en la capital malvinense para no morirse de hambre.

«Me empezó a matar a trompadas. Me hizo mier** por mi religión. Me caía, me pegaba, me levantaba y me volvía a pegar. Me decía: ‘Párese’ y yo lo hacía. Debí haberme quedado tirado en el piso, pero quizás me hubiera agarrado a patadas, ya que, a pesar de tener la cara ensangrentada, seguía con su golpiza. La nariz no se me curó nunca más» declaró.

Los testimonios de los jóvenes que fueron torturados en Malvinas por ser judíos

Su compañero de carpa, Jorge Darío Ertel también sufrió maltratos antisemitas de Ferrer poco tiempo después.

«Me estaqueó por ser judío y después, porque como mi abuelo se estaba muriendo, vino a buscarme un cabo primero y me llevó a la parte de Comunicaciones, a dos cuadras de la Enfermería y hablé con mi vieja. Se puso loco, porque tuvo que autorizar mi salida y me odiaba», declaró Ertel.

El teniendo lo envió a la intemperie durante casi 14 horas desde el mediodía hasta la noche, mientras escuchaba que los británicos bombardeaban las posiciones argentinas en las Malvinas. «No podía moverme, sentía impotencia, que iba a morir y, a la vez, le pedía a Dios que eso no pasara.

Estar atado, mirando para arriba, que pasara un avión y nos bombardeara y que no me sacaran por ser judío, pudiendo haberlo hecho, eso era ser antisemita. Después de que me liberaron, caí en un sueño profundo. Estaba ido, no había podido comer. Por suerte, pude recuperarme», añadió Ertel.

Julio Gluzman, quién estuvo en el Regimiento de Infantería 7, de la Ciudad de La Plata, lo trasladaron al monte Longdon, en medio de los combates cara a cara con los británicos en los últimos días de la guerra.

Muchos soldados le dibujaron una cruz al casco y Gluzman grabó una estrella de David en la cacha de su fusil, cuya acción generó la ira de su oficial.

«Cuando lo vio, se puso loco y empezó a gritarme con insultos antisemitas. Me hizo de todo y me estaqueó de pies y manos en medio de los combates, durante dos días, poco tiempo antes de que terminara la guerra. Sentía miedo y frio porque estaba sin los borcegos, tapado solo con una manta que me tiraban encima durante la noche.

Solo me daba agua un compañero que venía de contrabando, pero no comía nada. Fue una degradación total. Era como en la época de los indios. Estuve así hasta que otro soldado me desató.»

Silvio Katz pensó que realmente mejor sería morir

Silvio Katz, quien sirvió en el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de la localidad bonaerense de La Tablada, «Me estaqueó en calzoncillos a la intemperie.

Tenía las manos y los pies atados a cuatro estacas y me moría de frío. Eso se lo había hecho a otros compañeros antes, pero conmigo se ensañó más, como siempre, e hizo que los demás soldados de mi unidad me orinaran encima. El que no lo hacía ocuparía mi lugar», explicó.

Esa ha sido una de las numerosas torturas al a que Flores Ardoino lo sometió por su condición de ser judío durante aproximadamente los 60 días que pasó en las Malvinas, incluso luego del comienzo de los bombardeos.

«Me congelaba las manos y los pies en el agua. Se regodeaba con lo que me hacía. Era feliz viéndome sufrir. Me tiraba la comida adentro de la mier** y debía buscarla con la boca y comer de ahí adentro.

Cada día que parecía que íbamos a entrar a combate, sacaba una botella de whisky, nos ponía a todos en fila y nos daba un trago porque íbamos a entrar en combate, algo para tener calor. Cuando me tocaba a mí, decía: ‘A usted no porque lo van a matar’ Llegué a pensar que, realmente, mejor sería morir».

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