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La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925

En el mes de agosto de 1925, Eduardo de Windsor, quien en ese entonces ostentaba el título de Príncipe de Gales, visitó nuestra nación. La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925

Este fue el mismo individuo que, al ascender al trono de Gran Bretaña. Renunció a su posición real para contraer matrimonio con Wallis Simpson, una mujer de origen común. Incidencias, inquietud y fatiga fueron algunos de los elementos que marcaron un intenso recorrido por nuestras tierras.

En este artículo te vamos a contar todo acerca de La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925 ¡Una interesante historia!
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La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925

La agenda resultó agobiante y llevó a considerar a Eduardo de Windsor. Junto a su secretario privado Godfrey Thomas, la posibilidad de empacar sus maletas, abandonar la gira y regresar a Londres.

El periplo diplomático que había concertado por Sudáfrica había sido sumamente fructífero pero también extenuante. Allí recibió el encargo de su padre, el rey Jorge V, de dirigirse a América del Sur para visitar Argentina y Chile. El Príncipe de Gales se encontraba exhausto y ansiaba regresar a Gran Bretaña.

Eduardo de Windsor, nacido el 23 de junio de 1894, era hijo del rey Jorge V y de la reina María. Recibió el nombre de Edward en honor a un tío fallecido; también fue llamado Albert Christian.

Por petición de la reina Victoria, y los otros cuatro nombres -George, Andrew, Patrick y David- correspondían a los santos patronos de las islas británicas. En la familia lo llamaban David.

Desde 1911 ostentaba el título de Príncipe de Gales, lo que le permitía ocupar un lugar de honor junto al monarca en eventos oficiales. Si bien estuvo presente durante la Primera Guerra Mundial. Evitó el frente para evitar el riesgo de que los alemanes capturaran a un miembro de la familia real.

Motivo de la visita

Entre 1919 y 1935 realizó alrededor de veinte viajes alrededor del mundo en representación de la corona.

El motivo oficial de la visita era corresponder a la hospitalidad del presidente Marcelo T. de Alvear, quien había visitado Londres a fines del año anterior. Y expresó su deseo de recibir al Príncipe de Gales en Argentina.

Sin embargo, en realidad se le encomendó al miembro de la familia real una tarea más delicada: impulsar el comercio. Entre Gran Bretaña y Argentina en un momento en que Estados Unidos estaba ganando terreno en el mercado internacional.

Esta era la segunda vez que un Príncipe de Gales visitaba Argentina. La anterior, en 1871, fue de carácter privado y contó con la presencia del que luego sería el rey Jorge V.

El príncipe, descrito como alguien de estilo relajado y amigable. Rápidamente dominó el idioma español después de tomar algunas clases. Ya tenía cierto conocimiento de alemán, pero le costaba más aprender francés.

Fue recibido con gran entusiasmo en el puerto el 17 de agosto de 1925. Todos recordaban que justo un año antes había visitado el país el príncipe Humberto de Saboya. Y en marzo de ese mismo año, Albert Einstein había llegado para una estancia de un mes.

La visita real La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925

El británico viajaba a bordo del buque «Repulse», bajo el mando del contraalmirante King. Una multitud lo aclamaba mientras desde los edificios más altos se liberaban bandadas de palomas.

A pesar de sus intentos por sonreír, había adquirido fama en los países que visitaba. Por protagonizar diversos desaires, mostrar desdén por el protocolo y expresar opiniones poco diplomáticas.

La ciudad de Buenos Aires estaba expectante ante esta visita real. Cuando se confirmó en febrero de ese año, se vendían discos en Casa América a cuatro pesos con sesenta centavos. Con grabaciones de su voz dando opiniones sobre deportes y, en el otro lado, el himno «Dios bendiga al Príncipe de Gales».

Así como discos con las voces de sus padres. En La Imperial, en Victoria y Piedras, se ofrecían casimires ingleses a precios increíbles, mientras que la importadora Turner lanzaba al mercado el Té Majestad.

Nunca imaginó la cantidad de recorridos, comidas y fiestas que le esperaban aquí. Visitó la línea de subterráneos junto a las autoridades del Anglo Argentino. Asistió a un club de veteranos de guerra británicos y fue el invitado de honor al banquete de la Cámara de Comercio Británica.

También conoció la Asociación Cristiana de Jóvenes, el Colegio San Andrés, el Hospital Británico, la Sociedad Rural Argentina, la Escuela Militar y el Club del Progreso. En Plaza Constitución, colocó una piedra fundacional entre los andenes 1 y 2 en las obras de reconstrucción de la estación. Y la lista de actividades continuaba.

Teatro Colón

En la función de gala en el Teatro Colón, donde representaron la ópera Loreley, se le observó asentir con la cabeza, y algunos aseguran que incluso llegó a quedarse dormido. También asistió a los teatros Cervantes y Opera, donde se presentó «Fruta Picada», en la que Florencio Parravicini interpretó a un personaje inglés.

El único momento en el que se mostró entusiasmado fue durante un partido de polo en el Hurlingham Club.

«Es imposible para mí estar completamente comprometido o ser espontáneo y alegre cuando no me tratan como a un ser humano», le escribió a su madre. No tenía la costumbre de llegar puntual a los eventos organizados para él.

Además, realizó una gira por el interior del país. Visitó la ciudad de La Plata, Chapadmalal, Mar del Plata, la estancia Itá Caabó en Mercedes, y luego el establecimiento Huetel en Buenos Aires.

Al llegar, se retiró a descansar y se despertó al mediodía. Lo que realmente lo animó fueron las canciones camperas interpretadas por el dúo Gardel-Razzano, y el príncipe incluso tocó el ukelele. Disfrutó de un asado con cuero acompañado de whisky.

Ciro’s Club La visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925

Aprendió a bailar tango y se convirtió en un ferviente seguidor de Julio de Caro, quien al año siguiente le enviaría una colección de discos a Gran Bretaña. El príncipe siempre solicitaba que interpretaran «Buen amigo», una canción que Caro había compuesto en mayo de ese año.

Se conocieron en una recepción en el Ciro’s Club, donde la alta sociedad porteña asistía para escuchar música y bailar, y donde De Caro dirigía una orquesta, todos elegantemente vestidos con smoking.

Vistió su uniforme de gala de coronel de la Guardia de Gales para presenciar el desfile militar en su honor, en el que participaron quince mil hombres, acompañado por el general José F. Uriburu.

Un día sorprendió a todos, especialmente a la delegación británica y a los hombres de Scotland Yard: había desaparecido. Durante una hora logró eludir la vigilancia para estar completamente solo. Argumentaba que tenía derecho a su vida privada.

Durante los largos actos oficiales se le vio cansado y aburrido. Llamó la atención de todos que nunca mostrara una sonrisa. «No veo motivo para sonreír», escribió a su madre.

Ernestina Gómez Cadret

Cuando hizo su visita a la Sociedad Rural, una gran cantidad de personas se congregaron para verlo. Entre ellos estaba Ernestina Gómez Cadret, quien había ido acompañada por su madre. Se fijó en el pañuelo de seda roja con dibujos sobre fondo blanco que asomaba del bolsillo del gabán del príncipe. Desafió a sus amigas diciendo que se lo pediría.

Como no hablaba inglés, un británico que estaba a su lado le enseñó la frase para pedirlo y ella la memorizó. Cuando tuvo la oportunidad, se la dijo, y él, sorprendido, le respondió en francés que estaba usado. Ella, en español, le dijo que no importaba, que lo quería de todas formas. Él se lo regaló, con sus iniciales bordadas en uno de los extremos.

Dondequiera que iba, estaba rodeado por una multitud. Se produjo un verdadero caos cuando visitaron un campo en las afueras de la ciudad. Hubo 66 automóviles que llevaron a funcionarios, periodistas y policías.

Su ascenso al trono

Durante las conversaciones, solía mantener la cabeza baja, y como un gesto nervioso, se tiraba de los puños o jugaba con su corbata. Fumaba un cigarrillo tras otro, con pitadas cortas. Estaba inquieto e impaciente.

Su secretario privado lo vio tan abrumado que estuvo a punto de cancelar el resto de la gira. Por precaución, enviaron un telegrama al embajador británico en Chile, la última parada de la gira, para que redujera al mínimo posible las apariciones públicas.

El 16 de octubre regresó a su país. Volvería a Argentina en marzo de 1931 junto a su hermano, donde pasaría por momentos difíciles. Durante ese tiempo, el calor en la ciudad era insoportable y él tenía la costumbre de llegar dos horas tarde a los eventos y vestido de forma inapropiada.

Cuando murió su padre el 20 de enero de 1936, ascendió al trono y, antes de la coronación, abdicó el 11 de diciembre del mismo año para poder casarse con Wallis Simpson, una mujer de origen común estadounidense. Fue un escándalo que generó numerosos artículos periodísticos, libros e incluso una miniserie televisiva.

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