Desde las primeras luces del alba, el protagonista de este relato nos lleva de la mano a través de un encuentro memorable con el General San Martín. Mientras este se prepara para enfrentar los desafíos de una expedición a través de las montañas de los Andes. Relato de ¡Don José de San Martin!
Desde sus conversaciones estratégicas hasta los momentos de despedida cargados de emoción, cada palabra y acción del General nos revela su carácter excepcional y su dedicación a la causa de la independencia.
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Relato de ¡Don José de San Martin!
«De madrugada lo vi al general sentado al lado del fuego comiendo el charqui en un plato humeante, con sus ayudantes al lado. La forma en que se reponía de los dolores y seguía era admirable. Me acerqué en silencio y puse el jarro al fuego para preparar el mate antes de partir. No mencioné su descompostura del día anterior, como me había enseñado Necochea.
Cuando lo vi hablar con los otros, me animé.
–Buenos días, señor. A media tarde llegaremos al paso, desde allí ya todo es bajada hacia Chile. Hay dos pequeñas villas que llamamos Batuco y Salamanca, pero puede que estén vacías si la gente se retiró a San Felipe, que está a una jornada hacia el sur.
–Bien.
–El paso del límite es un valle ancho con pasto pero sin agua. Podríamos hacer noche allí si logramos hacer beber a toda la tropilla antes en algún arroyo, de a poco y a la pasada, como hoy.
–Me parece acertado. Estamos bien con el itinerario, deberíamos llegar mañana a San Felipe. ¡O’Brien!
–Sí, señor. –Se acercó el edecán.
–Destaque una avanzada de 50 hombres bien montados, no quiero sorpresas. Estamos cerca y nos podrían estar esperando. Y avise a los oficiales que todos los hombres estén preparados para posibles ataques desde las alturas, tendremos los flancos descubiertos.
Por primera vez desde que me había unido al ejército me di cuenta de la posibilidad cierta de estar en medio de una batalla y eso me paralizó. Nunca había pensado en eso porque siempre el enemigo estaba lejos, del otro lado de los Andes, pero ahora era distinto.
Esas montañas que nos separaban ya no estaban entre los realistas y nosotros y sentí miedo. No tenía armas ni sabía usarlas, y me sentí indefenso. San Martín pareció adivinar mis pensamientos y
me llamó a su lado.
Despedidas
–Cuando vuelvas, quiero que vayas hasta la casa de esa señorita en Calingasta y hables con su patrón. Si no la llevas a vivir contigo, el verano que viene te haré detener y enlistar en el ejército.
–Sí, señor.
–Esta tarde vamos a desmontar y los hombres seguirán a pie. Desde mañana nos guiarán los hombres de las villas chilenas. Ya no te necesito.
–Sí, señor.
–Dale mis saludos a tu padre y agradécele de mi parte las galletas y el queso a tu madre. Entendí que el general me estaba despidiendo antes que me pusiera en peligro, y de repente los ojos se me llenaron de lágrimas.
–¿Lo volveré a ver, señor?
–No, Fabián. No nos volveremos a ver. Me incliné y lo abracé del cuello. Se dejó abrazar, tranquilamente, y me puso la mano en la cabeza. Cuando me separé me pareció ver un brillo en su mirada.
–Y dale muchos hijos a la Patria.
–Sí, señor. Como usted ordene, –contesté, y reímos juntos. Seguimos marchando varias horas en silencio, hasta que el sendero empezó a ensancharse y se convirtió en un abra ancho y plano desde el que podía verse el comienzo de una suave bajada que llevaba a un valle lejano, y en el horizonte San Felipe.
Me aparté del camino y los esperé, solo, a un costado. Cuando pasó San Martín lo saludé con mi mano en la frente, como había visto hacer tantas veces en estos seis meses. Me miró y sonrió, hizo la venia y no lo volví a ver nunca más.
F I N»
(«¡Vámonos!. San Martín camino a Chacabuco», de Ariel Gustavo Pérez. Para adquirir el libro, contactarse por wspp con el 3476555933 o haciendo click acá: https://wa.me/3412104045)…