En 1907, el soltero más codiciado de la Argentina, Marcelo T. de Alvear, se casó con una soprano portuguesa consagrada, Regina Pacini, que dejó el canto para seguirlo en su destino de presidente de un país lejano. Un Dandy del siglo pasado y su cantante preferida
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Un Dandy del siglo pasado y su cantante preferida
En 1889, uno de los primos de Marcelo había escuchado a Regina Pacini en el Solís de Montevideo y le elogió a Marcelo la voz maravillosa de la jovencísima soprano ligera portuguesa.
Allí estaba Marcelo en su palco del Politeama. Alto, bien plantado, con unos bigotes mosqueteriles. Dicen que cada vez que él la escuchaba en un escenario, los ojos se le llenaban de lágrimas. Esa misma noche se enamoró perdidamente.
Le mandó varias docenas de rosas rojas y blancas y una pulsera de oro y brillantes. Regina, acostumbrada a los desbordes de sus admiradores, le devolvió la pulsera y partió de regreso a Europa. Pero Marcelo no dejaría escapar esa presa.
Para él, viajar a Europa era como ir al café de la esquina. Empezó a recorrer los mejores teatros de Madrid, París, Londres, Montecarlo, Budapest, Odessa, y llenaba los camarines de Regina Pacini con miles y miles de rosas rojas y blancas.
La ceremonia secreta
En 1901, Regina volvió a Buenos Aires, esta vez para cantar en el teatro San Martín de la calle Esmeralda. En 1903, Marcelo, tras haberla seguido por medio mundo, se declaró y ella le dio el sí, pero puso como condición cantar cuatro años más.
La ceremonia secreta en Lisboa fue una bofetada a los prejuicios de clase. Debe pensarse lo que significaba la familia Alvear que quedó excluida de esa celebración. El regreso se produjo recién en 1911. Se encontraron con un medio hostil que nunca sería diferente. Vivieron juntos durante 35 años.
Ella murió a los 95 años. El día 23 de cada mes, Regina iba a la Recoleta y le llevaba a su marido un gran ramo de rosas blancas y rojas. Se sentaba en una sillita en el interior de la bóveda y pasaba largo rato allí. Sus labios se movían, como si pronunciara palabras de amor.